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Centro de Divulgación y Medios
Notas de Prensa

CARO, CARISSIMO: ESTO ES PARTE DEL SHOW

Por: María José Posada Venegas*

El 29 de marzo de 2021 a los 71 años volvía a nacer en Bogotá el artista Antonio Caro, porque a pesar de la noticia de su muerte, no está muerto quien siempre será recordado.

Antonio Caro y una de sus sobrinas-nietas. Cortesía de José Camilo Vásquez Caro.

Con motivo de su muerte, Antonio Caro ha sido nombrado y renombrado, casi tanto como en vida, a través de todos los medios, por personalidades del mundo del arte y del periodismo, pero también por otras personas a las que Antonio tocó de diversas maneras con su especial forma de ser y de ver la vida. Sólo es que digiten su nombre en la barra de búsqueda de su explorador de Internet o de Facebook, en donde incluso él mismo tuvo un muro para comunicarse con el mundo, y allí encontrarán el impacto de su vida y la sorpresa por su muerte, temprana para este ahora en donde ya hay tantas personas centenarias.

“Antonio Caro es un rockstar”
Fernando Gómez Echeverri en El Tiempo. Marzo 30 de 2021.

“Era Antonio Caro, un encanto mientras no se pusiera bravo, un artista diferente, un creativo sin antecedentes comerciales, un genio en bruto…”
Jota Mario Arbeláez en Tres caras del amor (1), publicado en El Tiempo.

“Para Caro, ser artista era también posar como tal. Con o sin espectadores, se esforzó por hacer de sí mismo lo que logró con sus obras, volverse un ícono.”
Luisa Naranjo H. en Antonio Caro, el artista omnipresente, publicado en razonpublica.com, abril 5 de 2021.

El Centro de Divulgación y Medios de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia no ha querido en esta nota ahondar en la obra artística, de la que todos hablan, sino buscar a ese carissimo1 miembro de familia que fue Antonio Caro, a través de una charla con José Camilo Vásquez Caro, su único sobrino varón por “el lado Caro”.

CDM: Camilo, ¿cuál es tu relación familiar con Antonio Caro?

José Camilo Vásquez Caro: Nosotros somos tres ramas de Caros, por decirlo así, de la casa de mis bisabuelos. Están los Vásquez Caro, que es la de mi papá y sus hermanos; están los Caro de mi abuelo Antonio, el papá de Antonio, de mi mamá y su hermana Pepa; y están los Caro Restrepo, de mi tío Humberto, que también fueron primos muy cercanos de Antonio, de la época de la infancia, porque se criaron todos juntos, y estaba la figura de mi tía Paquita a la que Antonio también visitaba, que era la esposa de mi tío Humberto, el hermano menor de toda esa rama de los Caro de mi abuela Alicia.

Yo me fui de Colombia muy niño. Mis recuerdos son de cuando venía a visitar a mi abuela Alicia Caro y a mi abuelo Chepe Vásquez a su casa en la calle 72. Era una casa que mi abuelo volvió un edificio, no podría decir que era un edificio de apartamentos sino una casa con un local en el primer piso y un apartamento independiente. En el apartamento vivía Antonio con sus tías solteras, Aura y Paulina, que eran hermanas de mi abuela.

Las tías lo criaron. Cuando la primera esposa de mi abuelo Caro, el papá de mi mamá, muere en los años 50 y él se vuelve a casar, quedan Antonio y su hermana Gloria solos y mis tías abuelas los adoptan y los crían. Yo soy nieto del segundo matrimonio de mi abuelo. Mi mamá, María Teresa, es medio hermana de Antonio y tiene otra hermana, Pepa.

Mis papás, además, son primos entre sí, y por eso hay una doble consanguinidad con los Caro. Cuando veníamos de visita, la familia se volvía una, porque todos los caminos conducen al Caro.

CDM: Camilo, ¿cuál es el recuerdo más antiguo que tienes de tu tío Antonio?

Algo que era característico en la casa era que cuando Antonio estornudaba, así estuviera muy lejos, todo el mundo lo oía. Eran unos estornudos que venían como del alma. Cuando él estornudaba y uno estaba en las zonas que tenían ductos de aire en común, además del estruendo temblaban los vidrios. Entonces el tema de ese estornudo tan pleno, sin ninguna restricción social, es mi primera asociación de niño con ese señor que no tenía dientes y que cuando estornudaba, todo se movía.

Era muy muy flaco, tenía unos ojos que se le veían chiquitos a través de las gafas y no tenía dientes. Te estoy hablando de los años 86, 87, 88, cuando yo tenía entre 5 y 8 años.

©Antonio Caro, por Carlos Zárrate. Cortesía del autor.

¿Sería mejor que me recordaran por artista o por persona? Antonio Caro

Citado por Carlos Zárrate el 29 de marzo de 2021 en https://www.facebook.com/carlos.zarrate

CDM: ¿Había una relación cercana a pesar de que tú y tus padres no vivieran en Colombia?

José Camilo Vásquez Caro: Cuando veníamos Antonio subía con cierta frecuencia y con toda la familiaridad del mundo a la casa de mis abuelos, a la cocina, a desayunar. Subía en pantaloneta y camiseta, que era, yo creo, su piyama, a saludar a mi papá y a mi mamá. Con mi papá tenía una relación bastante cercana, en edad mi papá le llevaba cuatro años. Entonces Antonio siempre estaba flotando por ahí con sus estornudos.

CDM: ¿Y cómo se relacionaba contigo en tu niñez?

José Camilo Vásquez Caro: Cuando yo era niño yo creo que no sabía de qué hablarme, entonces venía y me hacía todos los ruidos de los animales de la granja, en la mesa del comedor. Me acuerdo de Antonio haciendo como un pavo. Ese era el Antonio juguetón que recuerdo de niño. Me acuerdo más de mi tía Gloria, su hermana, jugando conmigo porque ella sí sabía jugar con niños. Antonio venía con cariño, pero yo creo que no sabía interactuar con un niño chiquito y en ese momento yo era el único niño en la casa, porque mis primos vivían por fuera. Era una casa de viejos y la generación de mi tío Antonio que iba y volvía. Uno lo veía salir con unas mochilas muy grandes. Mi papá lo consentía mucho y le traía cosas de Estados Unidos, morrales, sleeping bags, cosas que él sabía que a Antonio le gustarían y que Antonio le pedía. Él se la pasaba viajando.

CDM: ¿Cómo cambió la relación cuando fuiste creciendo?

José Camilo Vásquez Caro: Ya después uno empieza a oír lo que hablan los demás. Que Antonio era artista, pero vaya a saber uno qué era ser artista. Antonio me mandó mi segunda carta, la primera fue de un vecino que se quejaba de que mi perro ladraba mucho, la segunda fue de Antonio, cuando cumplí 12 años. Me mandó un gallo que él pintó, yo soy año gallo, y lo único que decía era – Afile espuelas, joven -. Ese fue el regalo de cumpleaños que llegó a mi casa en Washington, una carta que viajó y llegó para la fecha, no sé cómo lo calculó para que llegara a tiempo.

Nosotros también fuimos medio gitanos. Colombia para mí era un imaginario de algo familiar pero que yo no conocía. Era la casa de mis abuelos. Yo caí en cuenta de que era colombiano en el 94, cuando me bajaron de un bus en Europa y me apartaron del grupo, por el pasaporte. Yo me sentía norteamericano, no tenía una gran conexión con Colombia. Una de las conexiones era la figura de Antonio, de la mata de maíz y el Colombia en Coca Cola.

Y cuando ya era un adolescente, como a los 15 o 16, empecé a hablar con él un poco más. El venía cuando se iba la tormenta de todo el mundo que llegaba a la casa a hacer una visita. Una vez le pidió permiso a mi mamá para llevarme a un museo y ella dijo que sí, pero me miraba como diciendo –ten cuidado- porque no sabía a dónde me iba a llevar. Me llevó a la Caracas y nos montamos en un bus al Museo del Minuto de Dios. A mí se me hacía lejísimos ese viaje. Entró, saludó a un montón de gente, me presentaba, pero no me decía nada, íbamos como en una caminata. Después me llevó a La Candelaria, por algunos sitios que él consideraba importantes. En esa época él andaba con un cuento de Ciudad Bolívar, que estaba pintando un mural allá, pero no me dijo nada más. Fue mi guía en una Bogotá que no me dejaban ver mis papás. Después de eso empezamos a tener una amistad más cercana. Yo soy el único sobrino hombre de Antonio, tenía dos sobrinas Hojita, que está viva, y mi hermana Gabriela, que murió. Así que empezó a asumir su rol de tío, a su manera.

CDM: Antonio nunca tuvo una casa propia. Vivió donde sus tías en el edificio de tu abuelo y luego de tu papá, en habitaciones donde amigos, al final en una habitación alquilada ¿era un nómada que armaba su hogar en cualquier lugar o un cangrejo ermitaño, con la casa siempre a cuestas?

José Camilo Vásquez Caro: Cuando nosotros volvimos en el 2000, mi papá reorganizó el edificio, que estaba desocupado. Ya mis tías abuelas se habían muerto, mi abuelo se había muerto y mi abuela se fue para otro lado. Mi papá siempre quiso volver a esa casa, ahí hizo su espacio de trabajo y Antonio siguió viviendo ahí, en el cuarto piso que era el más chévere. Todo el mundo de la oficina de mi papá lo consentía y lo quería. Además de la oficina, mi papá tenía un café internet y Antonio entró a la era del Internet ahí. Bajaba todos los días, abrió su primer correo, dañó un montón de teclados porque los golpeaba durísimo. Fue como parte de la casa. Y ahí entablamos una relación muy buena, porque mi papá me dejó montar un estudio arriba, al lado de Antonio, y entonces tomábamos el té, él pasaba y me mostraba cosas o hablábamos. En el 2008 cerramos el edificio y Antonio empezó a deambular por ahí, su nicho, su casa, cambió. Se fue para La Macarena, guardó sus cosas en mi depósito hasta que yo también cambié de apartamento. Vivió en otro lugar, en la calle 23, que también era de la familia, en un cuarto, inicialmente, pero pronto eran cajas y cajas por todas partes. El cargó sus cosas de lado a lado, seguía como un gitano. Una vez se fue por el rio Amazonas y estábamos todos muy pendientes porque fue un viaje como de 4 meses, entonces esperábamos las señales de humo para saber que estaba bien. Esa era una cara de Antonio, la del viajero. Yo creo que le picaba la casa y le picaba la ciudad, le gustaba salir y cambiar de escenarios.

CDM: ¿Qué hacía en los viajes?

José Camilo Vásquez Caro: Antonio hacía muchos talleres, se iba a hacer trabajo con comunidades, vivió mucho tiempo con los indígenas en el Putumayo, tenía un tema con las plantas. No sé exactamente qué hacía, pero sí que todos los viajes tenían un propósito, desde dictar talleres en Oaxaca, México, hasta ir a un museo en Nueva York, o podía ser irse hasta Barrancabermeja a ver a su optómetra y mandar a hacer sus gafas allá. Cada viaje era un propósito, pero creo que todos los viajes compartían el verdadero propósito de sacarlo de Bogotá.

CDM: ¿Cómo continuó la relación cuando ya no compartieron los espacios de habitación para él y de trabajo y estudio para ti?

José Camilo Vásquez Caro: Nos hablábamos 2 o 3 veces al mes. Él tenía un celular, pocas personas teníamos acceso a su número. Él llamaba y se reportaba y me contaba cómo iban las cosas. Si estaba de viaje mandaba correos; también tenía un perfil en Facebook, porque le gustaba ver qué se decía por ahí y los chismes de los amigos y la familia. Cuando no lograba enviar un correo, enviaba un mensaje por Facebook diciendo –estoy bien, estoy en tal parte, voy a viajar a otro sitio – No tengo conciencia de con quién más se reportaba. Con mi papá del 2000 al 2010 y luego 10 años conmigo, sagradamente todos los meses.

Algo que tuvimos los últimos años que fue una rutina muy personal, es que él adoraba a los animales, le encantaban los gatos, los perros, los caballos, entonces iba a montar a caballo conmigo y cada vez que me visitaba me decía –vamos a sacar a los perros- y salíamos a caminar mis dos perras, y durábamos horas hablando, durante el caminar, porque los dos teníamos ese gusto de ir sin llegar a ninguna parte.

CDM: ¿Cómo era Antonio?

José Camilo Vásquez Caro: Podía ser divertidísimo, tener sus momentos de hacer muchos chistes. En nuestra casa se sentía muy en familia, cuando hacíamos el té por la tarde, o yo cocinaba un domingo y llegaban mi mamá, mi tía y Antonio, y pasaba rico. Yo creo que él sentía que tenía su familia. También era impredecible, tenía sus rutinas, pero de repente se podía desaparecer 6 meses, porque se iba a Europa, o se iba al Putumayo, o se iba para el Brasil.

Le encantaba la rutina del té, era muy sano, pero al mismo tiempo era como un niño chiquito con las golosinas. Si le tenían un roscón, decía que eso era malísimo, pero se lo comía con cara de pícaro. Rompía la dieta, porque las harinas blancas y los azucares no iban con Antonio, prefería las harinas integrales y en general era juicioso con su dieta y con su apariencia. Hacía ejercicio todos los días, como 1 hora de rutinas de estiramiento. Alguna vez quise acompañarlo, pero no pude, yo no tengo la flexibilidad ni la resistencia para hacer todos esos movimientos.

©Antonio Caro, por Carlos Zárrate. Cortesía del autor.

¿Sería mejor que me recordaran por artista o por persona? Antonio Caro

Citado por Carlos Zárrate el 29 de marzo de 2021 en https://www.facebook.com/carlos.zarrate

CDM: ¿Entonces cuidaba su apariencia, crees que era vanidoso?

José Camilo Vásquez Caro: La última cosa que dijo cuando llegó a mi casa y se estaba vistiendo y desvistiendo para entrar, en diciembre del año pasado, fue –esto es parte del show-. Yo creo que él tenía una estética y tenía una forma de verse a sí mismo, que le gustaba y que llamaba la atención, porque a él le gustaba llamar la atención. Antonio, yo creo, nunca fue discreto. La gente habla de que era muy humilde, pero no era discreto. Tenía una colección de camisetas, nosotros siempre le traíamos camisetas de donde viajáramos. Ahora que le están haciendo un homenaje en el periódico Arteria, he visto muchas de las camisetas que nosotros le regalamos, eso es bonito, ver que las usaba. Yo creo que lo de la apariencia es relativo, pero él cuidaba la apariencia que quería tener. Una de las pocas veces que lo vi con camisa fue para los 90 años de mi abuela Alicia y fue un gesto especial con mi abuela, un acto de respeto.

De izquierda a derecha: Antonio Caro, Jaime Vásquez Caro y Camilo Vásquez Caro. Cortesía de Camilo Vásquez Caro.

CDM: ¿Cómo percibías su relación con los demás, con la familia, los amigos, las novias?

José Camilo Vásquez Caro: Con mi abuela fue muy querendón. Fue su última tía acá en Bogotá. Para Antonio venir a verla era tocar esa otra generación. A su manera fue un integrante de familia y era muy cariñoso. Antonio asumió el rol de tío abuelo con todo el amor del mundo. Con mis niñas fue muy especial, porque a Martín, el menor, fue el que menos conoció. Con ellas volví a oír los ruidos de la granja, con Gabriela jugaban, recortaban cosas. Nos gustaba hacer chocolate juntos, pasar las navidades en familia. La única Navidad que no pasamos juntos fue la del 2020 y eso me dolió mucho.

Fue el último hombre de los Caro, porque mi abuelo murió hace mucho tiempo, yo no lo conocí, y quedó Antonio con sus tres hermanas. Era la figura patriarcal de mi lado Caro y asumió su papel con mucho cariño y con mucha seriedad. Él era el Tío Abuelo.

Antonio fue, un tigre, nacido en un año tigre. Estaba en la pelea, en el gesto de ser alguien fuerte en la jungla. Era solitario cuando estaba haciendo sus vainas, su obra, era autónomo, pero tuvo una familia, tuvo amigos, y él manejaba sus hilos como él quería, no se adaptaba a lo que dictara la familia, llegaba a ella cuando quería y como quería, a veces en un momento que era más un desmomento.

Pero, si me lo preguntas, Antonio era un ser familiar, el tío que me tocó a mí, fue muy familiar y a mí me va a hacer mucha falta ese tío. Más allá del arte, lo respetaba como tío, peleaba con él como con un tío y me sentía respaldado por él, por esa figurita que era flaquísima pero fuertísima, como un bambú que se doblaba pero que era resistente a todo, y uno lo sentía al lado, firme.

Sobre sus amigos, él nunca compartía datos de nadie. Antonio parecía un boticario y todo en su vida estaba en frasquitos separados. Accidentalmente uno se daba cuenta de que conocía el frasquito de al lado, pero él mantenía todo totalmente desarticulado, le gustaba esa fragmentación. Con el tema de las parejas fue muy discreto. Hay figuras que estaban con Antonio, pero uno no conoce la relación, así que no me atrevería a decir algo sobre ellas. No conocí a casi ninguno de sus amigos tampoco. En las exequias habló un amigo de él, que yo no sabía quién era. Entonces, tenía muchos amigos y sé que lo querían mucho y me he enterado ahora de esa red de amigos, más que en vida. Él no me presentaba amigos como para que yo conociera, sino para que yo aprendiera algo. Una vez me llevó donde uno que había sido su compañero en la Universidad Nacional y que tenía una pequeña academia para pintar, a ver si yo podía pintar algo, yo no podía pintar nada, pero estuve con ese amigo tomando un curso en unas vacaciones. Me llevaba a tomar té con otra amiga que sabía muchas cosas de la historia de Bogotá porque a mí me gustaba el tema. Me presentó a mi gran amigo, que murió hace unos años, Guillermo Martínez, que fue amigo, editor y librero y la figura más influyente en mi vida en los últimos años, aparte de mi papá y Antonio. Así que con los amigos como con los viajes, cada uno que me presentaba tenía un propósito.

CDM: Era entonces un hombre de propósitos.

José Camilo Vásquez Caro: Y con sus ideas muy claras. Él decía que era muy bobito y que masticaba una idea mucho tiempo, pero yo creo que, al contrario, era muy inteligente, entonces hasta que no estaba listo, no soltaba la idea. Y cuando la soltaba, era buena y la repetía hasta el cansancio. Todo era minuciosamente planeado, pausado, y sí, con un propósito.

De izquierda a derecha: Khris Duarte, Manuel Nieto y Antonio Caro. Cortesía de Camilo Vásquez Caro.

CDM: ¿Qué dejó entre sus cosas?

José Camilo Vásquez Caro: La obra queda en las galerías. Tenía libros, sus camisetas, cosas muy sencillas. No hay un tesoro guardado, oculto, porque él era coherente: compraba equis cantidades de jeans o de botas para equis tiempo. Tenía su historia, cosas guardadas, pero, como ya lo mencionamos, era medio gitano y nunca tuvo casa propia, siempre vivió de cuarto en cuarto, pues ¿qué puedes tener en un cuarto? Tenía una vasija que yo reconozco, que era donde lavaba la ropa; sus mochilas, sus chaquetas, guardaba mucho chéchere, porque creo que en esa generación guardaban chécheres. Mi papá decía que después de la Segunda Guerra Mundial les metieron el chip de que todo iba a ser escaso y todo podía ser útil, entonces guardaba las cositas de amarrar el pan, tornillos, ese tipo de cosas podías encontrar. Si uno fuera a recoger todo lo que uno tiene y a meterlo en un cuarto sería mucho más de lo que tenía Antonio. Él era minimalista y parecía caótico y desordenado porque todo lo tenía a la vista, pero yo creo que era transparente. Tenía una lámpara que yo le regalé, una silla que alguien le había regalado, la cama de su cuarto en casa de las tías, cada cosa era un momento y, de nuevo, con un propósito no tenía cosas extras porque sí.

CDM: ¿Anécdotas familiares?

José Camilo Vásquez Caro: Tuvimos muchos momentos, Antonio y yo. Compartimos muchas cosas. Yo siento que va a ser raro que no esté Antonio, porque ha estado todo el tiempo, en las buenas y en las malas. A mi papá le decía el señor Parachoques2, como el de los comics, y decía – Hoy tengo tiempo, entonces me voy con el señor Parachoques a ver qué pasa – y se iba con mi papá al 7 de Agosto, al mecánico, mi papá tenía un amigo panadero y se lo presentó, entonces Antonio se volvió fan del pan de Norberto en la 72 con 23, arribita de la Texaco, y se pegaba el viaje para comprar el pan integral. Ellos compartían pequeños placeres que la gente no entiende. Además, compartían el apellido Caro porque mi papá también era Caro y los dos eran rebeldes. A su manera fueron los dos rebeldes contra todo el mundo. Se encontraban en su rebeldía y eran muy auténticos.

©Antonio Caro por Don Fingo. Cortesía del autor

Colombianos:
ALERTA NARANJA !!!
Nuestras culturas peligran.
Antonio Caro, octubre 7 de 2008 en FB

© Antonio Caro, por Fernando Cano Busquets. Cortesía del autor.

Todo está muy Raro
Aún espero que de repente me llame y diga efusivamente ¡Buena tarde! Habla Antonio Caro.
Vas a hacer mucha falta tío.
Ha pasado la tormenta de tu partida y hoy me despierto viendo cómo el mundo ha cambiado.
En tus palabras al despedirte por teléfono: “gusto, gusto”. Esas dos palabras capturan la sensación que me queda de haberte conocido y caminado 40 años a tu lado.

José Camilo Vásquez Caro en Facebook.

CDM: La revista Carma – Colombian Artistic Research Magazine, de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito, publicó en su número 0 en 2018 una muy íntima entrevista3 realizada por José Camilo Vásquez Caro, su sobrino doble (y editor de la revista) y por Manuel Nieto Arango, amigo desde su infancia (no la de Caro) y anfitrión del año nuevo de los desparchados, reunión de fin de año en la que Antonio siempre fue invitado obligado, aunque no siempre se sintió obligado a ir. Además del artículo producto de la entrevista, esta se publicó en el canal Sur Sur Sur de YouTube, producida por 4-18 studio y disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=BLrNxGlCpjA&t=226s

El Centro de Divulgación y Medios de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, envía condolencias a su familia y amigos y despide a Antonio Caro con una salva de aplausos: ¡Bravo, maestro!

1 NdA: queridísimo, en italiano.

2 Se refiere a uno de los protagonistas de la tira cómica “Blondie”, conocida en Colombia como “Lorenzo y Pepita”, creada en 1930 por el caricaturista estadounidense Chic Young (1901-1973)

3 https://carmajournal.com/artculo-9?fbclid=IwAR0SYPv1KoMG6hKayjOpc5KhUwiWX05aDyLpSTpdAnRGM3GorspfuSG1pjI

* Comunicadora Social y periodista. Guionista de TV y escritora.